La trayectoria de Marisa Flórez va a estar ligada de forma especial a sus imágenes de información parlamentaria.
La fotoperiodista, nacida en León en 1948, llegó a Madrid con veintidós años para estudiar Información y Turismo. En 1971 dio sus primeros pasos como reportera trabajando para el diario Informaciones y en 1976, con la democracia recién restaurada en España, ingresó en El País. Desde entonces gran parte de su trabajo se desarrolló en el Congreso de los Diputados.
En esos primeros años fue testigo directo del proceso de elaboración de la Constitución de 1978 y de la transformación política del país. Sus imágenes de esa etapa han pasado a la historia y forman parte de la memoria de muchos españoles.
Un buen ejemplo es la fotografía que muestra a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, y Rafael Alberti bajando las escaleras del Congreso en la primera sesión de Cortes Constituyentes en julio de 1977. Un momento que simbolizaba a la perfección la nueva etapa histórica de España: dos figuras clave de la II República y el Partido Comunista, exiliadas y perseguidas por su ideología hasta poco antes, convertidas de nuevo en representantes públicos.
Gracias al formato horizontal y al uso del gran angular la fotógrafa pudo captar el contexto de expectación y asombro que rodeaba la escena, emociones con las que seguramente muchos espectadores de la época iban a sentirse identificados.
Estas decisiones técnicas muestran uno de los talentos de Marisa Flórez y en general de los grandes fotógrafos: la capacidad para reaccionar intuitivamente y con precisión a lo que sucede a su alrededor.
En otras ocasiones, las imágenes son fruto de la paciencia y de saber esperar a que se produzcan las circunstancias adecuadas. Es el caso de la fotografía titulada “Las dos Españas” que muestra a Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista de España, y Blas Piñar, fundador del partido de extrema derecha Fuerza Nueva, cruzándose en direcciones opuestas en las escaleras del Congreso de los Diputados. Piñar se sentaba en el hemiciclo detrás de Carrillo, por lo que la fotógrafa se situó a su altura para captar el momento en el que Piñar pasaba por delante, consciente de que esa imagen iba a representar a la perfección los dos extremos de la España de la época.
Son fotografías fruto del saber hacer y la personal mirada de la fotoperiodista, pero también de larguísimas jornadas de trabajo:
Durante las tres primeras legislaturas hice prácticamente la vida del diputado. Nos pasábamos allí desde primeras horas de la mañana hasta lo que durase, había días que incluso salíamos de madrugada. A eso suma todas las reuniones que se hacían fuera del Parlamento. Era un trabajo muy ilusionante, cada día ocurría una cosa nueva.
Así, en 1979, tras varios años de intenso trabajo, Marisa Flórez consiguió una imagen que se convirtió en referente del fotoperiodismo en España. La fotografía, conocida como “La soledad del presidente” mostraba al entonces líder del Ejecutivo, Adolfo Suárez, sentado solo en la bancada del Congreso reservada a los miembros del Gobierno.
La autora, que además era editora gráfica de El País, reencuadró la foto, logrando un efecto panorámico que acentuaba la sensación de aislamiento del protagonista. Para los lectores de la época era evidente el mensaje: Suárez se encontraba en un momento de crisis fuera y dentro de su propio partido. Pero para cualquier observador ajeno al contexto, la imagen es igualmente potente. La fotógrafa ha sido capaz de dotar de significado histórico a una situación cotidiana: un hombre sentado esperando la llegada del resto de sus compañeros.
Esta fue la primera fotografía publicada en portada a cinco columnas por El País. Ese mismo año, Marisa Flórez recibía el Premio Nacional de Periodismo.
En torno a esta imagen se despliegan, imitando la disposición del hemiciclo del Congreso, toda una serie de fotografías icónicas realizadas por la autora en esas jornadas maratonianas de trabajo parlamentario. Grandes noticias como la sanción de la Constitución en 1978 o el juramento del entonces príncipe de Asturias en 1986, pero también escenas cotidianas como la de Manuel Fraga durmiendo o las conversaciones en la cafetería de las Cortes, forman un completo mosaico de esta excitante etapa de la historia de España.